jueves, noviembre 11, 2004

I
Marina no era un robot (al son de Miles Davis)

Al son de Miles Davis, Jaime se sentia perseguido y violado, talvez era por el cañón que tenia frente a la cabeza y el otro cañón apuntando hacia los testículos.

-¿dónde esta la perra? –dijo cuasi, el tipo de negro, muy alto y feo. Sin dejar de encañonar a Jaime.

-Se fue –dijo Jaime.

-¿Dónde esta?

-Se fue con otro, lo enamoro y después le robo, ahora vive con un afeminado y es un fotógrafo del periódico... -No podía completar la frase, el cuasi había golpeado sus genitales con el cañón de la pistola, su sudor olía a miedo y su baba Coria al par con la trompeta de Miles Davis. Mientras de las sombras aparecía un tipo delgado y con la cara desfigurada. Además su perfil parecía de un doberman.

-¿Por qué compraste a Marina? –dijo el tipo delgado.

-Se fue para no volver jamás, talvez fue la manera en que la conseguí, en aquel mercado mexicano de objetos de segunda mano. Pero en la caja decía que era fiel, pero todo salió mal, ella no era un robot era una puta. Era una desgraciada en la calle y era una prostituta en la cama.

El cañón sonó.

La carne de la entrepierna yacía a un lado de la lavadora descompuesta del departamento de Juan, sí del “Bit” pa los cuates. El sueño de Jaime se había difuminado y Miles Davis marcaba el soundtrack de su vida, la piel cruda y sangrante le recordaban sus viejos tiempos de carnicero y sus malos tiempos de mago.

El tarot de Crowley y unos cuantos libros viejos de Jodorowsky.

Los ojos de Marina y las nalgas de su vecina, todo concordaba, Marina no era un robot era una puta, y lo que es peor le había quitado lo mas preciado de su vida, el sentimiento de amar a un objeto animado y también le había quitado a su mejor amigo. Todo se había acabado, sus discos de Leonard Cohen y su viejo tarot de Crowley todo se lo había llevado, había aprendido tan rápido los libros sagrados y la manera de robar y ultrajar a un tipo.

-Cuasi, llama a una ambulancia y después le escupes en la cara, quiero a Marina viva y al pinche fotógrafo afeminado lo quiero muerto. Y dale de comer a los perros –el flaco se colocó su viejo sombrero verde, parecía un pachuco, solo el faltaba la pluma sobre el sombrero y los tirantes.

-Señor –dijo Jaime, jadeando y tocándose con dolor la pierna-. Regrese el pedazo de carne talvez lo pueda injertar, no se lo de a los perros, pero ante todo mate a Marina.

-Marina es mía.

-Solo es un estúpido robot.

-Un estúpido robot que te dejo por dos pendejos y te dejo aquí sin huevos.

Jaime yacía sobre el piso, escuchando a Coltrane y a Davis tocar juntos, como nunca nadie lo supo hacer.

Nota mamona: esta es la segunda parte del cuento Marina es un robot , la primera parte es "No conosco a Jurgen Habermas"